Cuando mi pareja y yo empezamos a hablar de casarnos, sabíamos que no queríamos una boda típica. Nada de hoteles impersonales fríos y aburridos, manteles blancos con copas de cristal y vals romanticones de fondo. Queríamos algo que fuera muy nuestro, que hablase de quienes somos. Y un día, en medio de una conversación sin mucha seriedad, salió el tema: “¿Y si lo hacemos al estilo medieval?”. Al principio sonó a broma, pero cuanto más lo pensábamos, más iba asentándose la idea. Nos encantan las ferias medievales, los castillos, los trajes, las historias antiguas. Así que dijimos: vamos a hacerlo.
Y sí, lo hicimos. Tuvimos una boda al estilo medieval. Con todo. Desde los trajes hasta la comida. Pasa y ponte cómodo, porque te voy a contar cómo lo hicimos y cómo fue la experiencia… A ver si te animas a hacerlo con la tuya.
Elegir el lugar adecuado es lo más importante
Una boda medieval necesita un sitio que acompañe. No me pude permitir el Castillo de Malbork, pero la finca que alquilamos estuvo muy chula. Vamos, que, si tú puedes permitirte algo lujoso, pues perfecto, pero si no, elije un lugar que tenga al menos un toque rústico o antiguo. Nosotros descartamos salones modernos desde el principio y nos centramos en buscar:
- Castillos abiertos al público para eventos
- Masías o casas rurales con piedra vista
- Campos amplios con árboles grandes y posibilidad de montar carpas
Al final dimos con una finca antigua con una torre de piedra, arcos en el jardín y una sala interior con vigas de madera. No era un castillo, pero la atmósfera medieval era perfecta. Mi consejo es que dediques tiempo a esta búsqueda, porque el sitio lo es todo.
En la ambientación es donde se nota el esfuerzo
Para que la boda se sienta de verdad medieval, hay que cuidar los detalles. Nosotros hicimos una lista de todo lo que queríamos transformar: mobiliario, decoración, iluminación, sonido, cartelería, etc.
- Decoración: Adornos con madera, telas gruesas, banderines, escudos, barriles, antorchas falsas (las reales no nos dejaban por seguridad), y centros de mesa con candelabros y flores secas. Evitamos cualquier cosa que sonara moderna o demasiado brillante.
- Mobiliario: Alquilamos mesas largas de madera, sin manteles. Los bancos corridos también ayudaban a dar ese toque de taberna antigua. No pusimos sillas individuales ni vajilla blanca. Lo que usamos eran platos de barro, vasos gruesos, cubiertos rústicos.
- Carteles y señalética: Todos escritos a mano en madera o papel envejecido. Nada impreso con tipografía moderna. Hicimos desde el cartel de bienvenida hasta los nombres de las mesas con un estilo medieval muy cuidado.
- Iluminación: Esto fue clave. En vez de focos, usamos guirnaldas de luz cálida, muchas velas (reales y eléctricas) y faroles. De noche, todo se veía con un tono dorado muy acogedor.
Todos fuimos vestidos a juego
Para ello buscamos en muchos lugares, pero al final nos decidimos por una tienda online que se dedica a hacer réplicas de armas medievales y ropa y armaduras de esa época, llamada La Torre de Marfil. Por supuesto, aquí te dejo todas las opciones que miramos para que las mires tú también:
- Hay tiendas especializadas donde puedes alquilar vestidos, túnicas, capas, camisas de lino, chalecos, botas… Nosotros conseguimos varios así, sobre todo para los familiares más cercanos.
- Hay muchas webs con ropa temática (algunas mejores que otras). También nos hicimos con varios complementos por ahí: cinturones de cuero, bolsas, coronas sencillas para las mujeres, broches, etc.
- Hacerlo tú mismo o encargarlo.
Importante: para que nadie se sintiera fuera de lugar, avisamos con tiempo en las invitaciones que la boda era temática y que la vestimenta también lo sería. Incluso incluimos recomendaciones y enlaces a tiendas para facilitarles las cosas.
Una ceremonia sencilla pero con alma
No queríamos una ceremonia religiosa ni clásica. Así que optamos por una ceremonia simbólica, con un oficiante que nos ayudó a construir un guion muy especial.
Incluimos algunos elementos típicos de ceremonias medievales, como:
- El “handfasting”: que consiste en atar las manos de los novios con cintas o cuerdas mientras se hace una promesa. Lo hicimos con cuerdas trenzadas de colores que luego guardamos como recuerdo.
- Lecturas personalizadas: nuestros hermanos leyeron pequeños textos que mezclaban anécdotas reales con un tono un poco épico, como si fueran crónicas.
- Música en directo: contratamos un dúo de músicos que tocaban flauta, laúd y tambor. Nada de música moderna, todo instrumental, suave y envolvente.
La ceremonia fue corta, sin protocolo rígido, pero muy emotiva. Y con el entorno y la música, parecía sacada de otra época.
El banquete fue como comer en una taberna
Este fue uno de los aspectos más divertidos de organizar. Quisimos que la comida también siguiera el estilo medieval, así que buscamos un catering dispuesto a adaptarse.
Optamos por un menú rústico, sin florituras, pero abundante y sabroso. Te dejo la lista de lo que estuvimos planteando:
- Entrantes tipo tabla: panes variados, quesos curados, frutas, frutos secos, patés, embutidos…
- Primer plato: estofado de carne con verduras, servido en cuencos de barro.
- Segundo: pollo asado con hierbas o costillas al horno con patatas.
- Postre: tartas caseras, frutas, bizcochos especiados.
Todo se sirvió de forma compartida, para que los invitados se pasaran platos entre sí, como en una cena medieval de verdad. Bebimos vino, cerveza artesana y agua en jarras grandes. Sin copas finas, sin protocolo de cuchillo a la izquierda y tenedor a la derecha. La idea era que la comida uniera a la gente, sin complicaciones. Se llenaron los platos, se repitió sin pudor y hubo risas desde el primer brindis. Comida sencilla, pero bien hecha y con ambiente. No se puede pedir más.
La música y la animación fueron el alma de la fiesta
Después de comer, no queríamos un DJ normal. Así que contratamos a un grupo que hace música medieval y folk, con gaitas, tambores, laúdes… Tocaron durante el aperitivo y parte de la tarde. Luego, cuando ya tocaba algo más animado, sí pusimos música más moderna, pero mezclada con canciones de películas épicas, bandas sonoras, cosas de fantasía. Funcionó muy bien. Nadie echó de menos los hits del verano, y la gente bailó igual o más.
Además, añadimos otras actividades para ambientar:
- Un espectáculo de fuego al anochecer (en exteriores) que dejó a todos con la boca abierta.
- Un rincón con arcos y flechas de gomaespuma para jugar (no solo los niños, los adultos se animaron también).
- Un fotomatón con fondo rústico y atrezzo (espadas, cascos, coronas), que sacó las mejores fotos del día.
- Malabaristas y zancudos que dieron vueltas durante la recepción y animaron sin ser pesados.
Nada demasiado profesional, pero muy divertido. La gente se lo pasó genial porque todo estaba pensado para que se sintieran dentro de la historia. Al final, la clave está en que se metan en el ambiente sin forzar, sin postureo, solo disfrutando. Eso es lo que de verdad se queda en la memoria.
Invitaciones y papelería al estilo medieval
Desde el principio quisimos que la temática estuviera en todo. Así que diseñamos las invitaciones como si fueran pergaminos. Usamos papel envejecido, una tipografía manuscrita, y los enviamos enrollados con cuerda de yute.
También hicimos menús, carteles de bienvenida, seating plan y hasta los programas de la ceremonia con el mismo estilo. Todo hecho en casa, con algo de ayuda y mucha paciencia.
Esto es todo lo que aprendimos
No voy a mentir: no es una boda barata. Pero tampoco tiene por qué salir más cara que una boda convencional. Lo importante es decidir en qué cosas quieres invertir y en cuáles puedes recortar. En nuestro caso, lo que más costó fue:
- El alquiler del lugar
- La ropa
- La ambientación y decoración
- La música en directo
Pero ahorramos en otros puntos:
- No contratamos wedding planner, lo organizamos nosotros
- Gran parte de la decoración la hicimos DIY
- No tuvimos barra libre infinita, sino vino y cerveza hasta cierta hora
- En vez de regalitos de invitados, les dimos un tarjetón con un dibujo personalizado y una bolsita con dulces medievales
Mi consejo: haz una lista de prioridades. Y si te ofrecen algo “porque en todas las bodas se hace”, pregúntate si de verdad lo quieres o solo lo haces por costumbre.
¿Merece la pena hacer una boda medieval?
Sí. Absolutamente sí. Nuestra boda medieval ha sido toda una experiencia. Es salirte de lo común, hacer algo único, y compartir con tus seres queridos un momento que de verdad se sienta tuyo.
No fue perfecta, claro. Hubo detalles que salieron diferente a como esperábamos, y organizarlo todo fue un curro enorme. Pero la gente aún nos habla de lo bien que lo pasaron, de lo original que fue, de cómo se metieron en el papel. Y nosotros, cuando vemos las fotos, sentimos que fue totalmente nuestra.
Si estás dudando, te diría esto: hazlo. Pero hazlo con ganas, con coherencia, y, sobre todo, disfrutando del proceso. Que no te dé miedo salirte del guion.
Porque sí, casarse al estilo medieval puede ser raro para algunos. Pero también es mágico, auténtico y muy, muy divertido. Al menos, se que nosotros lo recordaremos toda la vida.