En ocasiones, pasamos por algunas situaciones en la vida que no son nada agradables. Nuestra existencia no es un camino de rosas, nos tenemos que enfrentar asiduamente a problemas que debemos resolver para intentar que nuestro bienestar o nuestra felicidad sean recuperados de inmediato. Seguro que todas aquellas personas que habéis empezado a leer este artículo habéis pasado por una situación difícil en la que esa salud o ese bienestar se ha visto comprometido y habéis tenido que tomar cartas en el asunto. En los párrafos que siguen, voy a compartir una de las experiencias que he pasado en ese sentido y que nunca puedo quitarme de la cabeza.
Siempre me ha gustado el fútbol. Lo he practicado desde que era pequeño porque no solo me encantaba la actividad en sí, sino que también adoraba hacer amigos y conocer gente cada vez que tenía que jugar un partido. Es una de las cosas más positivas que tiene el deporte y una de las razones por las que siempre hay que practicarlo, con independencia de cuál sea nuestra edad. Lo peor del deporte, eso sí, suele llegar en forma de lesiones, que además se presentan cuando menos te lo esperas y pueden ser de una gravedad bastante importante. Y el fútbol no es ajeno a eso. Solemos estar familiarizados con las lesiones que sufren los futbolistas de élite, pero quien juega al fútbol con sus amigos también puede padecer alguna de ellas.
Por supuesto, y como seguro que ya estáis imaginando, esa experiencia difícil que me tocó pasar tuvo que ver con una lesión. Pero no fue una lesión habitual dentro del mundo del fútbol, de esas que suelen ser un tirón muscular, un golpe en la rodilla, una torcedura de tobillo… No. Nada de eso. Lo que me ocurrió tuvo que ver más bien con mi salud dental. Sucedió cuando, en un partido con mis amigos, fui a pelear un balón dividido que venía botando… con tal mala suerte que mi cabeza chocó con la del chico que jugaba en el equipo rival. Al principio, no me di cuenta de lo que sucedía. Pasaron muchos segundos hasta que empecé a sentir un dolor intenso en la boca y me di cuenta de que me había partido un diente.
Cuando llegué a casa, todavía dolorido, quise encontrar información acerca de casos como el que me había sucedido para ver qué podía hacer. El partido no era más que una pachanga entre amigos, así que no podía salvaguardarme bajo ningún seguro médico, algo que sí habría sucedido en caso de que la lesión se hubiera producido en un partido amparado por la federación regional correspondiente. La información que encontré estaba publicada en el portal web bbc.com y hablaba de momentos en los que el deporte es el principal enemigo para los dientes. Uno de los doctores a los que entrevistaron para la realización de dicha noticia dijo que lesiones deportivas son el principal motivo de pérdida de dientes en adultos. Por suerte, yo todavía no había perdido el mío. Lo tenía partido, eso sí.
Necesitaba algún tipo de ayuda que fuera más práctica y que sirviera como primeros auxilios después de haberme partido el diente en aquel partido de fútbol. Estaba solo en casa y, por ese motivo, lo que se me ocurrió fue seguir buscando información en Internet. Di con un artículo publicado por Quintana 1 Dental, especialistas desde en tratamientos de estética dental hasta odontología general , ortodoncia invisible o implantes dentales, en el que ofrecían una serie de tips que servían de primeros auxilios tras una fractura dental. Lo primero que sugerían era enjuagar la boca con agua tibia para limpiarla y aplicar compresas frías en la mejilla para reducir la inflamación. También decían que, en caso de que hubiera sangrado, era necesario apretar con una gasa hasta que se detuviera (cosa que necesité hacer, por supuesto) y, por último, sugerían guardar el fragmento de diente y acudir al dentista lo antes posible.
El artículo también distinguía entre tres tipos de fracturas de dientes. Una fractura que sea leve permite que el dentista pueda repararla con resina compuesta. Si la fractura es moderada, significará que el nervio o la dentina se habrán dañado y quizás sea necesario un tratamiento de endodoncia o una corona dental. En cambio, si la fractura es grave, significará que el daño ha comprometido a la raíz y la mejor solución será la extracción del diente para poner un implante posteriormente. Cuando fui al dentista y me dijeron que el tipo de fractura que yo sufría era moderada, tengo que reconocer que respiré tranquilo.
Tengo que reconocer que, aunque sentí el alivio que os comentaba en el párrafo anterior, me entró un miedo bastante grande a volver a jugar al fútbol. De hecho, creo que pase por una especie de depresión porque ese miedo lo tenía bastante impregnado por todo el cuerpo y me daba mucha pena sentirlo cuando hablaba del deporte a través del cual había conocido a mis mejores amigos y que me había proporcionado varios de los mejores momentos de mi vida. Cuando comentaba esto con mis familiares y amigos, la verdad es que lo comprendieron de inmediato y me aseguraban que ellos hubiesen tenido casi con total probabilidad la misma sensación. Eso, al menos, me calmó un poco.
Por suerte, pude recuperar mi diente y, en unas semanas, ya estaba haciendo una vida completamente normal. Eso me ayudó a recuperar un poco el ánimo y, al menos, a volver a ver fútbol con normalidad, que era una de las cosas que más me ayudaban a disfrutar de mi tiempo libre. Todavía no sabía si sería lo suficientemente valiente como para volver a vestirme de corto y volver a jugar al fútbol. Pero lo cierto es que empezaba a ver las cosas de otra manera. No se me había olvidado el dolor que había padecido en el momento de la fractura del diente, pero es verdad que el tiempo todo lo cura y, al final, siempre queremos disfrutar de la vida haciendo lo que más nos gusta.
Continué buscando información acerca de una situación como la que había sufrido durante muchos días más. Y di con una que me hizo pensar que lo que me había pasado no era tan raro. Estaba publicada en el portal web de Consejo Dentistas y señalaba que al menos 4’5 millones de españoles han sufrido algún tiempo de traumatismo dental. Esto significa que el 10% de la población de nuestro país ha sufrido algo parecido a lo que yo tuve. Y seguro que todas esas personas han salido adelante y han tenido la oportunidad de reparar los daños causados. Yo no podía ser menos a la hora de recuperar mi vida habitual.
Volví a jugar al fútbol
Era algo que sentía que me debía a mí mismo y que no podía dejar de lado. El fútbol es la mejor manera que tengo para desconectar de aspectos como el trabajo o los problemas del día a día, así que tenía que volver a jugar. Y lo hice. Vaya si lo hice. Tuvieron que pasar algunos meses hasta que decidí dar el paso, pero lo conseguí y tengo que decir que perdí el miedo justo en el momento en el que empezó una nueva pachanga con mis amigos. La disfruté mucho. Ya sabéis que cuando has estado un tiempo sin hacer lo que más quieres, luego eso mismo se coge con más ilusión cuando lo retomas. Eso es exactamente lo que sucedió en mi caso.
Por suerte, no he vuelto a tener que pasar por algo parecido ni mucho menos. Supongo que las lesiones forman parte del deporte y que es algo con lo que tenemos que convivir siempre aquellas personas a las que nos guste practicarlo. No podemos dejar de hacer lo que más nos gusta simplemente por miedo. Hay que tener una serie de precauciones, eso sí. Quizá yo tenía que haber tenido un poco más de cuidado en aquel balón dividido del que os hablaba antes teniendo en cuenta que lo que estaba jugando era un simple amistoso entre amigos. De todo se aprende, desde luego, así que la próxima vez que vuelva a darse una situación como esa, estoy seguro de que no disputaré ese balón y lucharé por recuperarlo para mi equipo algunos segundos más tarde.
Estoy seguro de que, si a alguno de vosotros a vosotras os gusta el fútbol y lo soléis practicar, habréis pasado por alguna situación en la que vuestro cuerpo haya sufrido alguna lesión. Cuando eso ocurre, el deporte pasa a ser algo secundario y lo que realmente importa es que os recuperéis lo antes posible para que podáis volver a hacer lo que más os gusta lo antes posible y para que, además, vuestra vida diaria no se vea especialmente perjudicada. Por tanto, tomaros muy en serio todo lo que tenga que ver con vuestra recuperación y no tengáis prisa con independencia de la lesión que estéis sufriendo.