Como buena sufridora de piel sensible desde que era pequeña, puedo afirmar con total seguridad que sé lo que se siente: sé lo que se siente cuando te pica la piel ante cualquier cambio de temperatura o ante ciertos estímulos, cuando está seca, pero quieres hidratar y no puedes usar cualquier crema porque te quema ¡Y mucho más! Lo bueno es que tiene solución.
Digamos que no dispongo de una fórmula mágica que haga desaparecer todo lo que fastidia nuestra piel, pero sí que puedo aconsejar a aquellas personas que sufren lo mismo que yo, una serie de remedios que sí que funcionan.
Algunos son más antiguos de los que puedas imaginar (remedios de la abuela se llaman), otros son más sencillos de lo que imaginas, y también existen remedios que aun no conoces pero que son famosos por su gran eficacia.
¿Quieres empezar a poner remedio a este problema? Entonces te recomiendo mucho que cojas papel y bolígrafo, y empieces a apuntar estos consejos.
¡Espero que te sirvan!
Antes que nada, aclaremos qué es piel sensible.
Bueno, para muchos puede parecer bastante obvio qué es exactamente la piel sensible, pero créeme que no lo es. La piel puede cambiar de muchas formas en función de muchos desencadenantes, y, además, existen muchos tipos de pieles que pueden presentar síntomas parecidos a la piel sensible, pero que no lo son.
Entonces ¿Quién puede determinar exactamente nuestro tipo de piel o lo que nos ocurre? Obviamente, un médico o dermatólogo. Sin embargo, nosotros también podemos hacer un poco más por conocernos, entendiendo los síntomas que nuestro cuerpo nos “chivatea” para poder ponerle remedio al problema.
Dicho esto, entendemos que existen varios tipos de piel, que son las siguientes:
- Piel normal.
Su equilibrio natural le permite mantenerse hidratada, con una producción de sebo controlada y una textura suave y uniforme. Los poros suelen ser pequeños y poco visibles, y las imperfecciones son raras. Sin embargo, no significa que esté exenta de cuidados: factores externos como el sol o el estrés pueden afectar su salud si no se protege adecuadamente. Sin lugar a dudas, lo importante para mantener ese equilibro es elegir productos básicos que no alteren su estado.
- Piel seca.
La piel seca se caracteriza por una falta de hidratación y una barrera cutánea debilitada, lo que la hace más propensa a la descamación, el enrojecimiento y la tirantez. Es común que las personas con piel seca sientan que su rostro “se estira”, especialmente después de limpiarlo, y en casos extremos puede presentar grietas o incluso sensibilidad al tacto.
Este tipo de piel necesita hidratación constante, productos nutritivos y, sobre todo, evitar cosméticos que contengan alcohol o ingredientes agresivos.
- Piel grasa.
Aquí entramos en terreno más complicado: la piel grasa produce un exceso de sebo, lo que genera un brillo constante y poros dilatados, especialmente en la zona T (frente, nariz y barbilla). Este tipo de piel es más propensa al acné y a los puntos negros, pero no todo es negativo: su sobreproducción de grasa la hace menos propensa a desarrollar arrugas prematuras.
La clave está en utilizar productos no comedogénicos que regulen el sebo sin resecarla demasiado, ya que esto podría empeorar la situación.
- Piel mixta.
Como su propio nombre indica, es una combinación de diferentes características en un mismo rostro. La zona T suele ser grasa, mientras que las mejillas y otras zonas del rostro pueden ser normales o secas.
Este tipo de piel es un verdadero reto porque requiere cuidados equilibrados; se debe aplicar algo que hidrate las zonas secas pero que, a su vez, controle el brillo en las grasas. En este caso, las rutinas personalizadas, con productos específicos para cada área, suelen dar los mejores resultados.
- Piel sensible.
Se caracteriza por reaccionar fácilmente a factores externos como productos, cambios de temperatura, o incluso la contaminación. Suele presentar síntomas como enrojecimiento, picor o ardor, y necesita productos extremadamente suaves, preferiblemente hipoalergénicos y sin fragancias.
Cómo diferenciar si es piel sensible u otra cosa.
Hay situaciones que pueden hacer que cualquier tipo de piel presente síntomas similares a la piel sensible, como, por ejemplo:
- Reacciones alérgicas.
A cosméticos, productos de limpieza o incluso alimentos. Estas pueden causar enrojecimiento, picor o irritación, aunque no tengas piel sensible.
- Condiciones climáticas extremas.
El frío, el viento o la exposición prolongada al sol pueden desestabilizar la barrera natural de la piel y causar molestias.
- Uso de productos inadecuados.
Como exfoliantes demasiado agresivos o cremas con ingredientes irritantes, que pueden dañar la piel temporalmente.
- Estrés y falta de sueño.
Afectan la salud general de la piel, haciendo que se vuelva más reactiva.
- Deshidratación.
Una piel deshidratada puede parecer seca, tensa o irritada, pero no necesariamente es piel sensible.
Digamos que, si nuestra piel es demasiado “sensible” a cualquier cosa, podemos tener piel sensible, pero debemos entender que para identificarla como sensible, debe ser algo que nos ocurra de forma frecuente; si alguna vez nos pasan algunos de estos síntomas de forma aislada, pero podemos usar cualquier crema por lo general y no nos molesta la piel a diario, es probable que no tengamos piel sensible pero sí hayamos sufrido un episodio de irritación.
¿Qué hago yo para cuidarla?
Ahora sí, voy a contarte mis pequeños secretos para lidiar con la piel sensible, porque créeme, entender lo que funciona y lo que no, me ha llevado tiempo y bastantes errores. Si también tienes este tipo de piel, espero que lo que me ha funcionado a mí te sirva de inspiración:
- Hidratación por dentro y por fuera.
Esto parece básico, pero no siempre le damos la importancia que merece.
Beber suficiente agua durante el día ayuda a mantener la piel hidratada desde dentro, algo esencial para evitar que se reseque o se vuelva más reactiva. Yo siempre intento beber al menos 1,5 litros al día, y cuando mi piel está más tirante, opto por infusiones como la de manzanilla, que además tienen un efecto calmante.
- El poder de usar un buen sérum.
Un sérum bien formulado puede marcar una gran diferencia, y tras documentarme, los profesionales de Medyglobal me recomendaron usar “Evo Serum”, un producto que está diseñado especialmente para pieles sensibles.
Sin lugar a dudas, este sérum se ha convertido en mi aliado; lo aplico justo después de limpiar mi piel y antes de la crema hidratante, y su textura ligera es genial porque no deja sensación pesada ni grasosa.
- Remedios de abuela que nunca fallan.
¡A veces, las soluciones más simples son las mejores! Encontré en mi casa un libro pequeñito que se titulaba “remedios de la abuela” en el cual encontré una serie de consejos para el día a día y para las rutinas de belleza que es un tesoro.
Dos de las cosas que empecé a usar para cuidar mi piel fueron:
- Compresas de manzanilla.
Preparo una infusión concentrada de manzanilla, la dejo enfriar y mojo unas gasas en ella. Las aplico en mi rostro cuando siento la piel irritada o roja. El efecto calmante es inmediato.
- Aceite de almendras dulces.
Lo uso para masajear suavemente las zonas más secas antes de dormir. Este aceite ayuda a suavizar y nutrir sin ser agresivo.
Créeme; las mujeres de antes sabían bien cómo cuidar su piel, y puedo afirmarlo porque lo he aplicado en mi día a día ¡El cambio es bastante impactante!
- Limpieza suave y diaria.
No importa si llevo maquillaje o no, la limpieza siempre es fundamental.
Yo uso limpiadores en gel o en leche que no contengan sulfatos ni fragancias. Mis favoritos son los que tienen ingredientes calmantes como la avena o el aloe vera. *Consejo extra: Frotar demasiado o usar agua muy caliente puede empeorar la sensibilidad, así que intenta lavar siempre tu piel con agua tibia y seca tu rostro a toques, sin arrastrar.
- Protección solar todos los días
Esto es no negociable. El sol es uno de los mayores enemigos de la piel sensible, ¡Incluso en días nublados! Así que yo uso un protector solar mineral con SPF 50 que protege y no irrita. Además, siempre llevo un sombrero o gorra si voy a estar al aire libre mucho tiempo.
- Cuidar la alimentación y el estrés
Lo que comemos también influye muchísimo en cómo se comporta nuestra piel. Yo evito los alimentos ultra procesados y trato de incluir más frutas y verduras ricas en antioxidantes, como zanahorias, espinacas y frutos rojos. También me fijo en mi consumo de lácteos, ya que a veces pueden empeorar la sensibilidad.
El estrés es otro factor que puede descontrolar mi piel. Para manejarlo, intento practicar técnicas de relajación como yoga o simplemente dar un paseo tranquilo. Cuando estoy más tranquila, mi piel también lo está.
- Evitar irritantes comunes
¡Esto puede parecer obvio, pero es muy importante!
He aprendido a leer las etiquetas de los productos cosméticos y evitar ingredientes como el alcohol, fragancias fuertes y sulfatos. También me cuido de no tocar demasiado mi cara con las manos, sobre todo cuando estoy fuera de casa, ya que las bacterias pueden empeorar la irritación.
Para acabar, estos detalles extras pueden hacer maravillas:
- Uso un humidificador en casa, especialmente en invierno, para evitar que el aire seco deshidrate mi piel.
- Cuando siento la piel especialmente reactiva, recurro a pulverizadores de agua tibia para calmarla de inmediato.
- Cambio las fundas de almohada con frecuencia y uso tejidos suaves como la seda o el algodón para evitar fricciones.
Cuidar la piel sensible no es tan complicado cuando encuentras lo que realmente funciona para ti. Con estos pasos, mi piel ha mejorado muchísimo, y aunque cada piel es un mundo, estoy segura de que estos consejos pueden ayudarte también.