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Un snack delicioso y muy antiguo. Frutas deshidratadas.

¿Sabías que, en general, la mayoría de las frutas que consumimos se pueden deshidratar?  Esto significa que casi todas las frutas que existen son susceptibles de someterse a un proceso por el cual se reduce su contenido en agua, aunque, evidentemente, unas dan mejores resultados que otras.

¿Para qué sirve esta práctica?

Al eliminar el agua, se disminuye la posibilidad de actividad microbiana, y esto previene su descomposición y podredura. Así, la vida útil del alimento será mucho más duradera que si se presentase en su estado fresco y hace que podamos consumirla durante largos periodos de tiempo.

La deshidratación de frutas no es ninguna novedad, ya que se ha empleado a lo largo de la historia de la humanidad de formas diferentes. En el blog de Amigos de la Egiptología cuentan que los dátiles fueron la fruta más consumida por los habitantes del Antiguo Egipto. Para almacenarlos y conservarlos durante más tiempo, se secaban al sol y se deshidrataban. Lo mismo ocurría en Mesopotamia y, en general, en casi todas las culturas antiguas, especialmente durante las épocas de escasez. ¿Por qué? Al eliminar el agua, la fruta no perdía sus nutrientes, y conservaba vitaminas, minerales y fibra. Aunque el sabor también era excepcional, los motivos para deshidratar frutas fueron sobre todo prácticos. Por ejemplo, los marineros europeos que viajaron en barco durante el siglo XV, se llevaban naranjas, limones o manzanas deshidratadas en sus expediciones. Esta fue unas de maneras de consumir fruta durante sus trayectos, y poder recibir algunas vitaminas específicas necesarias, previniendo enfermedades como el escorbuto, causado por la deficiencia de vitamina C. En definitiva…¡Las frutas deshidratadas han salvado vidas!

Con el tiempo, se alcanzaron grandes avances en cuanto a las técnicas de deshidratación de frutas y, durante el siglo XIX, su consumo se generalizó al incorporarse su producción a la industria alimenticia.  A día de hoy, es muy frecuente encontrar frutas deshidratas en el supermercado. Las más populares son: las uvas, los higos, las ciruelas o los dátiles, que se pueden ver en bolsas de plástico, normalmente en la zona de frutos secos.

¿Es sano comer frutas deshidratadas?

La repuesta es sí. Y además están deliciosas, sobre todo si te gusta el dulce. Los expertos de Frutos Secos del Carmen explican que “la fruta deshidratada, como estas ciruelas secas sin hueso, recoge un sabor más dulce que la propia fruta antes del secado debido a que, durante este proceso, pierde el agua y, por tanto, los azúcares naturales propios de la fruta quedan concentrados”. Sin embargo, al reducir el agua, y concentrase el azúcar, es importante que controles su consumo y lo hagas con moderación, especialmente si tienes alguna condición médica que empeore al tomar demasiadas cantidades de este componente. Asimismo, también hay tener cuidado con el tipo de producto que consumes. La fruta deshidratada fabricada por grandes empresas comerciales puede tener demasiados aditivos, azúcar añadido o conservantes, que se insertan con el objetivo de potenciar el sabor y prolongar aún más su conservación. Lo mejor es que compres frutas logradas de forma ecológica o artesanal y, para ello, te recomendamos que consultes las etiquetas que informan sobre los ingredientes. Pero en general, sí, las frutas deshidratadas son un buen alimento para incluir en tu dieta.

¿No sabes cómo consumirla?

Al aumentar su concentración de azúcar y dulzura, la fruta deshidratada puede ser un excelente alimento para picotear entre horas, mucho más recomendado que otros productos procesados como chocolatinas o bollería industrial. Asimismo, va muy bien con ensaladas, batidos, yogures, panes, muffins, o granola casera.

¿Puedo deshidratarla yo misma?

¡Claro! Y es un proceso muy sencillo y divertido. Lo primero que debes hacer es elegir el tipo de fruta o frutas que vas a deshidratar. Coge tus uvas, plátanos, ciruelas, dátiles o lo que sea, y no las escojas muy verdes. Tienen que estar algo maduras, pero en buen estado. A continuación, debes limpiar los alimentos con agua. Si la piel es comestible, decide tú mismo/a si deseas dejársela o no. El siguiente paso es el corte y, en este caso, habrá que intentar que todos los trocitos tengan mas o menos el mismo tamaño para que puedan deshidratarse de forma uniforme. Hecho esto, hay varias opciones. La más antigua es: el secado al aire.  De la misma manera que lo hacían los egipcios, tú también puedes coger tus frutas y colocarlas sobre una bandeja en un sitio cálido y soleado. Eso sí, no te olvides de poner un papel encima para evitar su  contaminación. Dependiendo de la fruta y de la temperatura del lugar en el que te encuentras, el tiempo será mayor o menor, pero más o menos, tendrás que dejar pasar entre 6 y 12 horas, aunque te aconsejamos que te informes previamente consultando en internet u otras fuentes.  Si quieres acelerar este proceso, también puedes utilizar un horno. Igualmente, los tiempos y grados dependerán del tipo de fruta, así que lo mejor es que investigues un poco sobre el tipo concreto de alimento que quieres deshidratar. Cuando se enfríen, ya estarán listas para su consumo.

¡Buen provecho!

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